Grasas y embarazo
Las grasas juegan un rol fundamental en la gestación, especialmente en el primer trimestre. Una mala nutrición en ese período trae consecuencias a corto y largo plazo, como la predisposición a enfermedades que recién se manifestarán en la vida adulta.
Un aumento excesivo de los ácidos grasos omega 3 es perjudicial en el embarazo porque provoca una deficiencia de los ácidos grasos omega 6, que también son necesarios para el desarrollo.
nosotros hemos hecho estudios en las distintas edades de las crías provenientes de ratas que habían ingerido importantes cantidades de ácidos grasos omega 3 durante la gestación: al corto plazo se produce un efecto beneficioso en la sensibilidad a la insulina, en un plazo medio ya no hay cambio, y a largo plazo se ve que surge la resistencia a la insulina con lo cual se predispone a la cría al desarrollo de la diabetes",
(C) Priscila Fernández - UNL - El Litoral
La dieta de una madre durante el primer trimestre de embarazo es fundamental para el adecuado desarrollo del feto. En este período, llamado de "programación fetal", el organismo de la madre debe acumular grasas que suministrarán los sustratos necesarios para el crecimiento durante todo el embarazo.
Una madre mal nutrida, que no acumula las grasas necesarias, tanto en cantidad como calidad, es más probable que dé a luz un niño con bajo peso. Contrariamente a lo que se puede suponer, quien tiene un bajo peso al nacer es más propenso a desarrollar obesidad, diabetes e hipertensión en la vida adulta.
Para entender cómo ocurren estos procesos observados en estudios epidemiológicos, los científicos estudian las modificaciones que ocurren en el tejido adiposo durante el embarazo y cómo reacciona la insulina en este período.
"Todas las agresiones que sufre el feto en la etapa intrauterina o el recién nacido pueden producir alteraciones a nivel genético que no se manifiestan de inmediato sino que quedan latentes hasta que se dan condiciones adecuadas. Por ejemplo, con el envejecimiento se produce una mayor resistencia a la insulina, entonces ese efecto se acelera", explicó el Dr. Emilio Herrera Castillón, docente e investigador de la Universidad San Pablo - CEU de Madrid. Este especialista de larga trayectoria internacional visitó la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) para disertar sobre el rol del tejido adiposo en el embarazo y sus consecuencias.
A largo plazo
El concepto de programación fetal refiere a las repercusiones en el desarrollo postnatal y a lo largo de toda la vida de los cambios registrados en la dieta durante el embarazo. El término surgió hace unos quince años de la mano de estudios que se realizaron con los descendientes de una etapa de hambre que hubo en Holanda tras la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con investigaciones, las restricciones en la dieta de las madres provocaron que los niños nacieran con bajo peso. Décadas después, cuando estos niños se volvieron adultos, mostraron una significativa incidencia de diabetes, obesidad, hipertensión y otras afecciones cardíacas, en comparación con la población que no sufrió hambre.
A partir de estos datos epidemiológicos, investigadores como el Dr. Herrera Castillón diseñaron experimentos en ratas que permitieron comprobar que el comienzo de la gestación es el momento más vulnerable del feto a un déficit alimentario y que sus consecuencias se imprimen en los genes predisponiendo al organismo a enfermedades en el largo plazo.
"Gran parte de estos efectos negativos se asocian con el menor peso al nacer o, en el caso que la madre sea diabética, con la macrosomía", comentó el doctor, al tiempo que agregó: "El objetivo ahora es buscar estrategias que permitan compensar de alguna manera un defecto de este tipo una vez que se producen los efectos en la vida adulta".
Una cuestión de cantidad y calidad
Además de estudiar los efectos de los cambios en la cantidad de alimentos que ingiere una mujer durante su embarazo, los especialistas investigan las consecuencias de la composición de la dieta.
"Una dieta deficiente en proteínas hace que el páncreas fabrique menor cantidad de insulina. Entonces las crías de esa madre que ha sufrido una malnutrición proteica -y que recibió el resto de las calorías de hidratos de carbono- ya están predispuestas al desarrollo de la diabetes. El páncreas no es capaz de responder a una situación de estrés o de un aumento de las necesidades de insulina", contó Herrera Castillón.
La composición de las grasas también tiene sus repercusiones, ya que no todas son iguales. Un aumento de las grasas saturadas predispone a la descendencia al desarrollo de diabetes. Pero una conclusión más sorprendente es que un aumento excesivo de los ácidos grasos omega 3 es perjudicial en el embarazo porque provoca una deficiencia de los ácidos grasos omega 6, que también son necesarios para el desarrollo.
"Muchas veces se dice que es necesario suplementar con aceite de pescado, pero todos los excesos son perjudiciales. Estudios experimentales demuestran que los omega 3 son beneficiosos para la sensibilidad de la insulina. Sin embargo, nosotros hemos hecho estudios en las distintas edades de las crías provenientes de ratas que habían ingerido importantes cantidades de ácidos grasos omega 3 durante la gestación: al corto plazo se produce un efecto beneficioso en la sensibilidad a la insulina, en un plazo medio ya no hay cambio, y a largo plazo se ve que surge la resistencia a la insulina con lo cual se predispone a la cría al desarrollo de la diabetes", manifestó.
Las grasas en el embarazo
Durante la gestación, la madre debe acumular grasas para garantizar el aporte de sustratos al feto. Eso ocurre durante la primera mitad del embarazo, en particular en el primer trimestre. "Hay una etapa que nosotros llamamos anabólica en la que se construyen esos depósitos grasos. Nosotros estudiamos qué ayuda o fortalece ese cambio y la responsable es la insulina", explicó el Dr. Herrera Castillón.
Durante la segunda mitad de la gestación el feto crece muy rápidamente y, por lo tanto, necesita un aporte extra de sustratos. Ya no sólo tiene como fuente la alimentación de la madre sino también el tejido adiposo que ésta ha acumulado durante la etapa anterior. Esas grasas se movilizan, salen a la circulación, llegan a la placenta y terminan siendo accesibles al feto.
"En esa segunda parte de la gestación, hay un cambio importante en lo que es la sensibilidad a la insulina, de forma que ésta se hace resistente. Esto permite que el tejido adiposo se degrade y los ácidos grasos alcancen la circulación de la madre", agregó el especialista.
Pero no todas las grasas aportan sustratos al feto; también son necesarios los ácidos grasos esenciales para su adecuado desarrollo. Estos ácidos no pueden ser generados por el organismo por lo que sólo son accesibles a través de la dieta.
AHANAOA A. C. Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado Saldana
Fundador y presidente.